Parece todo tranquilo por el calor del verano
cambiamos tanto pero somos los mismos
y esa sensación perezosa es parte de un paisaje
que nos encuentra desplazados.
Parece todo tranquilo por el calor del verano
cambiamos tanto pero somos los mismos
y esa sensación perezosa es parte de un paisaje
que nos encuentra desplazados.
Siempre se espera algo, una ráfaga de aire, o que la puerta se abra.
Y damos vueltas a los sentidos, a lo que no podemos comprender, o no queremos.
Buscamos las respuestas sin saber las preguntas, y pensamos que ahorramos el tiempo que perdemos, irremediablemente.
Amanece.
La luz anaranjada me dice que sigo aquí,
el silencio, que no sé
cuál es la realidad
cuando todo cambia
y todo es lo mismo.
Somos débiles, simples seres que a través de los siglos llegamos, por casualidad o esfuerzo, a un ahora que nos pone a prueba. Queremos creer en lo que sea, y aferrarnos a palos invisibles que nos hagan caminar, correr, escaparnos de nuestra realidad. Y eso parece ser nuestra vida, una carrera en la cual no vemos el final, y debemos ponernos metas para no quedarnos fuera y ver pasar a los otros.
Siento los susurros en las paredes
y gritos lejanos que el aire ahora puede traer
los fantasmas que recorren las calles se miran
con recelo (anuncian nuevas formas)
cuando sólo deseamos respirar.
(en el sueño yo corría incansable por la ciudad, hasta que el mar comenzaba a subir por mis piernas, y me relajaba).
Llueve el silencio de la ciudad transformada y vacía. Y amanecen los días llorando el dolor, o a tal vez una alegría.
No preparé un plan para este mundo, y sé que muchas otras veces me sentí encerrado.
Y cuántas mañanas quise correr por la playa, o caminar lento, mirar el horizonte buscando la sensación de libertad.
Pienso en un paseo en otoño por la ciudad, justo ese día que el viento trae el primer frío.
Y tengo dentro de mí, todavía, esas sensaciones que hace mucho me llenaban cuando estaba todo por hacer. Esa incertidumbre que nos obliga a movernos, a dar un paso. Ir más allá.
Un lugar meridiano
donde somos, y no.
Imaginamos miles de veces
el futuro
hasta chocar con él.
Ya somos otros.
Y sale el sol
otra vez.
Los intrusos
éramos nosotros.
En un giro dramático
los silencios de la calle
anuncian lo nuevo
la alegría honra a los muertos
con su danza
(revolución).
Oigo susurros
detrás de las paredes
son los gritos que suman
miles de almas
ansiosas por salir.