En un giro dramático
los silencios de la calle
anuncian lo nuevo
la alegría honra a los muertos
con su danza
(revolución).
En un giro dramático
los silencios de la calle
anuncian lo nuevo
la alegría honra a los muertos
con su danza
(revolución).
Oigo susurros
detrás de las paredes
son los gritos que suman
miles de almas
ansiosas por salir.
Vamos desnudos
hacia ningún lado
se huele el encierro
(lacera almas inocentes)
y aprendemos que el dolor de hoy
es la réplica de otras épocas.
Siempre estuvimos desnudos.
Iba caminando por la calle
solo
y creí sentir que el aire
pesaba,
un ligero olor a azufre
persiguiendo al único coche
en la avenida.
Pero estoy despierto.
Frío.
En un mundo dominado por verdades mutantes. Es un mundo de emociones dirigidas.
Caminamos por la calle como si fueran borrándonos las aristas, esas imperfecciones molestas que no sirven para ser feliz. Para ser.
Cada vez nos acercamos a esa perfección idiota. Económica, falta de humor porque viene de un lugar que no conocemos.
Para ser. Y todos, o casi todos, intentamos escapar, tener nuestro escondite donde soltar una frase inconexa, un sentimiento irascible, una acción hiriente, un espasmo real.
De esta cárcel que nos dicen que no se puede salir, pero la verdad es que no hay llaves en las puertas.
Salir.
Y respirar, aliviados.
Y olvidar un rato.
Entonces sí, volver.
—
Sueño.
Pienso en la oscuridad, o ese estado donde ya no sabemos, pero estamos lúcidos. Sólo sentimos las imágenes, las ideas que nos invaden y se aceleran hasta que decimos basta. Pero no paran, no somos capaces de detener un estado hipnótico, sórdido, solitario.
En el silencio de la noche pasan cosas. Imperceptibles, como un ruido lejano o una respiración del otro lado de la pared. También, dormir.
—
Camino.
Como si fuera tarde, con prisa. O tal vez para no ver lo que pasa a mi lado, no quedarme mirando algo, alguien, y que el mundo se pare. Entonces sigo, camino, los pasos una huella invisible en el asfalto. Y a veces miro lejos, buscando esa línea que me lleva pero no está. Se perdió.
Caminar como si no viera nada. Pero una silueta me hace cambiar de acera. O elegir el trayecto más largo porque me gusta más, me da tranquilidad.
Voy buscando hacer el mismo camino, cada día, sin lograrlo.
—
Orilla
Habitamos la orilla, un lugar donde los límites se difuminan, donde es difícil saber de qué lado estás. Y el peligro, pasar al otro lado. Es como perderme. Te vas, y todo depende de cuándo aterrizamos. Pero me perturba el vacío.
La orilla es el límite que nos ponemos, o el que nos encontramos, es el lugar indefinido. Y los miedos. A veces las certezas.
31-12-2017
Estaba mirando el mar
cómo te mece el
movimiento de las olas
pero es el Sol y es la Luna.
Pasaba ante mí
la montaña, inabarcable
vigilante ante el paso
de esa hormiga que soy yo.
Recuerdo aquel llano que nunca acababa
y el calor que salía de la tierra.
A veces miro para adentro,
sin asideros. La tentación
de caer es grande
pero entonces abro los ojos.
Me encuentro.
—
La persona y el espejo
Vamos seguros porque
todo funciona
(tan sólo pequeñas averías)
pero de tanto en tanto
chocamos con el espejo
eso que llaman realidad
y nos sentimos desnudos
avergonzados
doloridos.
—
La soledad
La soledad es caminar
entre cientos de personas
y no sentirse acompañado,
o encerrarnos en nuestro mundo
sin saber cómo salir.
Estamos solos cuando
lo sentimos así
pero pienso en aquellos que
nunca pueden salir
hacia fuera
y me siento triste.
No los comprendemos.
—
Los sentidos
Confié a la memoria
mis recuerdos más
profundos
aquellos que trascienden
y atraviesan una vida.
Después de años, o de horas,
siempre (sólo) queda
una música que no recuerdo
su nombre, ese olor que te
transporta a la niñez,
una imagen que te hace
sentir bien, el sabor
que hace mucho no probaba.
Son los retazos de mí
que me visitan.
Lo inasible.
—
Lo importante
Todo lo importante en
la vida (dicen)
es etéreo. Una religión
que nos da cobijo.
Los más creídos viven
la tranquilidad del más allá
y otros acumulan cosas palpables
para hacer eterno
este momento.
Así somos.
La cultura, la política, la religión, la ciencia
crean dogmas para vender
sus souvenirs y aceptar lo que ellos
nunca.
(pero todos somos carne, huesos,
y la sangre sigue siendo roja).
—
El valor
Intentar poner las cosas
en su sitio.
Colocarnos.
Dar sentido a lo que hacemos.
Lo que somos.
Estar en movimiento
con los pies en el suelo
para poder volar.
—
El amor I
Cómo sentir algo tan
fuerte
tan irracionalmente
conciente
y que se te sale el corazón.
Cómo perseguir lo eterno formado por instantes
caprichosos, inesperados.
Anárquicos.
—
El amor II
Correr rabioso a su encuentro.
Buscar una mirada que te deshace.
Sentir la aventura.
Escribir el futuro.
Saber que si llega el momento
saltarías por el acantilado.
Adorar esos momentos de
risa.
Creer en algo.
La magia de crear.
Noches en vela.
Compartir el dolor.
Adivinar los humores.
1-
De repente, anticipando un futuro incierto, las luces se apagaron y sólo se pudo escuchar una respiración fuerte y arrítmica. Nadie supo qué pasaba. Tampoco por qué un momento antes estaban solos y ahora parecía que el espacio estuviera repleto de presencias y silencios.
Nadie habló. Es el miedo que atenaza.
El único hecho que podía cambiar algo sería encender la luz. Pero él, ni nadie, se animó. Podía sentir el calor de otros cuerpos cerca, muy cerca. Y esa respiración. Nada tenía sentido. La sensación de realidad extrema le hizo pensar en un sueño, pero decidió que no. Comenzó a detectar pequeños sonidos que venían de diferentes direcciones. El espacio se expandía. Al fin pudo estirar un brazo, que atravesó el aire emitiendo un sordo zumbido.
– No te muevas.- escuchó- Antes de que termine de decir estas palabras una luz cegará tus ojos, y olvidarás este momento, esta reclusión perpetua en la que estamos sumidos, y en tu sueño despertarás e irás a trabajar y besarás a tun mujer y a tus hijos. Sólo, alguna vez, tendrás el reflejo de mi voz, y eso tal vez te enamore. Y esa conciencia te perseguirá en el sueño en forma de melancolía. Suerte que puedes soñar, alejarte de esta nada insignificante. Ojalá pudiera verte, olerte, acercarte.
Luz.
2-
Voy a encontrarle un sentido a la vida. Buscaré en las grietas de las piedras, en las nubes cuando pasan rápido, en la vista perdida en el horizonte de Lisboa.
Palparé tu piel y sentiré el calor de tu cuerpo en la cama. Gritaré de impotencia ante lo que me enoja intentando echar la ira cuando crece en mí.
Tal vez acierte con una frase y diga: ¡Ya está!
Afrontaré el miedo a los cambios y al vacío. Esperaré la nueva vida con el anhelo de estar a la altura. Cuando me mire al espejo sonreiré pensando que las marcas de mi cuerpo son el mejor reloj, el más veraz, por inexacto, por su real dimensión.
Bajaré a los pozos de la tristeza y de la memoria para sacar agua cristalina. Y beberé. Y leeré el significado de la mancha de vino en el mantel, mareado, ebrio, inconforme.
Pensaré en los tres.
Me subiré a la fachada de mí mismo para destruirme y reconstruirme, cada día, cada hora.
3-
Siento que algo crece
en mí (pero está dentro tuyo)
intuyo que todo cambia
(pero es tu cuerpo)
son estos momentos
y la inminencia de lo nuevo
que asusta
todo es desconocido
pero es vida.
Estamos vivos.
4-
Buscar la lluvia
en el horizonte
(pero esa bruma)
y la risa contagiosa
que pasa de cara en cara
pero no fui yo.
En el espejo vi mi cuerpo
festejando el tiempo
quise decirle algo.
Se fue,
pero vinieron las nubes.
5-
Dibujar un rostro
encontrar un sentido a las cosas
¿una creencia?
Anhelo contar una historia
no quedan moralejas
entonces la roca
vuelve a ser roca
y las palabras moldes
de relleno.
Y empequeñezco.
6-
La danza
en los cuerpos
desgranando imagen.
Se ve ahí:
Un dedo tocando el viento
unos labios rozando una palabra
una panza vibrando música
una piel respirando.
7-
Será la oscuridad
de las seis de la tarde
el aire fresco que acaricia
mi cara
o el laberinto de cada
día transformado en rutina
o, tal vez, sinceramente,
no poder estirar el tiempo
perdiendo poesía.
Busco el disfraz
la cara seria de un señor
en el espejo
y veo al mismo niño
los ojos bien abiertos
que no entiende,
no sabe nada.
8-
Reflexiones 2007
Andamos buscando desesperadamente eso que nos alivie, la droga llamada satisfacción.
Pensamos que los momentos felices son aquellos que ganamos algo.
Participamos de las cosas con pasión o dejadez sin saber exactamente para qué.
Comemos vorazmente las palabras, sin entenderlas.
Habitamos los espacios sin conocer los límites, ni las ventanas por donde entra la luz.
Damos importancia a hechos superficiales y veracidad a las mentiras.
Miramos hacia todos lados intentando ver eso que queríamos.
Tentamos a la suerte en cada esquina, en cada página que pasamos.
9-
Y si estás buscando la quietud de un día de cielo plomizo y caluroso, sentado en la puerta de una casa en un pueblo castellano.
Y si esa brizna de aire sólo atisba a mover la gota de sudor resbalando por tu frente pero no te das cuenta: tu mirada se pierde en el horizonte llano, tal vez algún manzano equivocado.
Pero todo parece que se mueve, hasta tu reloj de cuerda parado marca unas horas eternamente finitas.
Olvidadas.
Podrías ir al río y poner los pies en el agua a la sombra de aquel árbol que te vio crecer. Y sin darte cuenta tirar piedras a ese río que te mira (pero sos vos), y quedarte dormido hasta oscurecer.
Más tarde, al arrullo de los grillos, todo parece cambiar.
Una voz te levanta.
10-
“¡He comprado el mundo!” , decía como enloquecido el hombre parado en la plaza. “¡He comprado el mundo!”, repetía conmocionado. Su cara llena de alegría, una rabia descontrolada en los brazos. Una mujer se le acerca asombrada y
le pregunta: ¿Cómo ha hecho para comprar el mundo? Lo compré, así sin más. ¿Así sin más? Le habrá costado mucho. Oh, no, no ha sido nada. ¿Y entonces? Nada, me dije voy a comprar el mundo, y lo compré.
¿Y ahora? Ahora, a disfrutarlo.
11-
– Los caminos son para perderse.- dijo el maestro.
– ¿Entonces nunca se llega a ningún lado, no hay posibilidad de ver el final?- pregunto el alumno, angustiado.
– Ese es el error, porque el único final es la muerte. Pero es un final ficticio: nada acaba, si yo me voy, alguien ocupará mi lugar, y todo continuará como si nada importante hubiera pasado. Cada vez que encuentres algo en tu camino piensa que es tan sólo una bifuración, otro aprendizaje. Si es una puerta, no es una llegada, sino un nuevo punto de partida.
– Pero maestro, si no hay destino, cuál es el fin?
– ¿Y quién te dijo que existe una finalidad? Podrías encontrar una fortuna hoy mismo, saliendo de aquí, y sentirte vacío.
– Maestro, el desaliento se apodera de mí. Ya no sé si debo luchar, encontrar una razón.
– Hay cosas que no se buscan, sino que forman parte de lo que somos. Pero también poseemos cierta capacidad de cambiar nuestro rumbo.
– No entiendo, entonces, por qué me enseña.
– No te equivoques, yo no te enseño, sólo dejo que me llames “maestro” y dialogo contigo. ¿Quién te dice quién de los dos aprende más?
– No lo comprendo.
– No hay que comprender nada, sólo camina, déjate llevar. Actúa.
El maestro se levantó y comenzó a caminar. Este viaje había terminado. Buscaría otra persona donde reflejar y ser reflejado.