Llueve el silencio de la ciudad transformada y vacía. Y amanecen los días llorando el dolor, o a tal vez una alegría.
No preparé un plan para este mundo, y sé que muchas otras veces me sentí encerrado.
Y cuántas mañanas quise correr por la playa, o caminar lento, mirar el horizonte buscando la sensación de libertad.
Pienso en un paseo en otoño por la ciudad, justo ese día que el viento trae el primer frío.
Y tengo dentro de mí, todavía, esas sensaciones que hace mucho me llenaban cuando estaba todo por hacer. Esa incertidumbre que nos obliga a movernos, a dar un paso. Ir más allá.