Había una vez un novelista que tuvo una idea fantástica. La historia empieza en Wuhan, China, en un laboratorio donde experimentaban con virus de los murciélagos para crear un arma mortal, mundialmente fatal. El plan era perfecto, al haber dejado escapar el virus a través de unos elegidos que irían a los países contrarios y así conquistar el mundo. Pero el virus se les fue de control y crearon una pandemia, la más grande y mortífera gracias a la movilidad del sigo XXI.
El novelista no podía parar con todas las ideas, las ramas de la historia, y las posibilidades. Sería la gran novela del siglo XXI. Tanto trabajó que el cansancio empezaba a hacer mella en nuestro escritor, que empezó a tener alucinaciones. Sentía que se ahogaba. Se ahogaba. Finalmente, un día, cayó boca abajo en la cama, desvanecido, intentando levantarse, desperdarse. Cuando pudo abrir los ojos, la luz le cegaba, solo veía luz, y el murmullo de personas a su alrededor que le hablaban. Poco a poco empezó a distinguir, y a oir, que estaba en un hospital, víctima de un virus que se conoció en Wuhan, y que lo tuvo casi un año postrado en una cama.
PD. La novela ya estaba escrita años atrás. Pobre novelista