Veintiuno (50)

Te regalo.

Te regalo el cielo y un beso, y rascarte la espalda, un masaje y un sueño.

Te regalo una risa, justo al mirarme. Y acomodarte en el sofá como si fuera un refugio, a salvo del ruido.

La brisa de Formentera te regalo, y el aire, y sentirte más libre. Y ver correr a Biel hacia el mar, y la arena en los pies.

Y te regalo mi amor a pesar de, a veces, mi torpeza.

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Veinte

Había una vez un novelista que tuvo una idea fantástica. La historia empieza en Wuhan, China, en un laboratorio donde experimentaban con virus de los murciélagos para crear un arma mortal, mundialmente fatal. El plan era perfecto, al haber dejado escapar el virus a través de unos elegidos que irían a los países contrarios y así conquistar el mundo. Pero el virus se les fue de control y crearon una pandemia, la más grande y mortífera gracias a la movilidad del sigo XXI.

El novelista no podía parar con todas las ideas, las ramas de la historia, y las posibilidades. Sería la gran novela del siglo XXI. Tanto trabajó que el cansancio empezaba a hacer mella en nuestro escritor, que empezó a tener alucinaciones. Sentía que se ahogaba. Se ahogaba. Finalmente, un día, cayó boca abajo en la cama, desvanecido, intentando levantarse, desperdarse. Cuando pudo abrir los ojos, la luz le cegaba, solo veía luz, y el murmullo de personas a su alrededor que le hablaban. Poco a poco empezó a distinguir, y a oir, que estaba en un hospital, víctima de un virus que se conoció en Wuhan, y que lo tuvo casi un año postrado en una cama.

PD. La novela ya estaba escrita años atrás. Pobre novelista

Diecinueve

Volver a mirar.

Como si el pasado no existiera, ni siquiera la sensación lejana de un olor conocido, de esos que te hacer sonreir. Y entonces empezar de nuevo, aunque haga lo mismo, aciertos y errores, para sentir la alegría o la desazón, la inexperiencia y nuestras fortalezas. Ver todos los paisajes, que pasan ante mí. Y también ver, o sentir, lo que ya cambiado, sin poder cambiar, porque el tiempo siempre avanza y al final parece que solo vivimos para atraparlo, porque ya es pasado, una foto, almacenada, que nos lleva ahí.

No es la edad ni la circunstancia, sino el anhelo de atrapar lo inasible. Y lo más cercano es el abrazo.

Dieciocho

Tengo la certeza de que el suelo se desliza, y por eso choco con objetos que no estaban ahí. Lo más cotidiano puede ser extraño, y tocarlo, como si fuera la primera vez. Oigo voces lejanas, hilitos de sonidos que vagan por ahí, pero a veces no entiendo qué me quiere decir quien está frente a mí. Ni qué decir de mis queridas palabras, las pienso y no quieren salir. Pierdo prosa y poesía.

Ahora que todo está revuelto o dado vuelta, en estos tiempos que machacan los días y el ruido de afuera parece una moto desatada, sin tubo de escape, en ese mismo momento paro y cierro los ojos y pienso que el errado soy yo. No debería dolerme el ruido, y caminar como si fuera solo el caparazón de un animal débil.

Y tampoco debería pensar en estas cosas entre automatismos y rutina. ¿Qué pensarán las ballenas de todo esto? ¿También les pica la espalda y no pueden rascarse?

Es tan difícil sentir lo que otro. Por eso cuando vemos esa complicidad nos da algo de envidia, pero te das cuenta de que la tenemos. Vamos caminando cada día por la cuerda floja, pero sólo basta con estirar la mano y sentir que estás ahí. El descanso.

17/07/2021

Diecisiete

Arrancar la hoja del cuaderno

Salir corriendo sin sentido

Soplar las velas

Poner un punto final, o seguido

Dormir hasta que duela el cuerpo

Llegar (último) en la carrera

Encontrarnos por fin después de tanto tiempo

Hacer el gesto de hasta luego cuando es adiós

Cerrar esa carpeta con violencia

Echar a la persona molesta

Pasar el dedo por el plato

Esa última lágrima

Apagar la luz

Dieciseis

¿Hay alguien afuera

quién me escucha cuando lloro

o lamento los errores

y también paso rápido si es algo bueno

como si no fuera para mí

pero pasamos la vida buscando la aprobación

sentir que somos parte de algo

de alguien

quien nos abraza cuando es necesario

ese regazo donde descansar para poder

seguir?

Quince

Cuando las certezas flaquean y sentimos que ya no hay sentidos de donde sostenernos.

Cuando no sabemos a quien culpar para sentirnos del lado bueno.

Cuando los días parecen eternos (pero estamos a final del año).

Cuando el futuro es más que nunca una niebla indescifrada.

Cuando esperamos las noticias que nos calmen la ansiedad.

Cuando hablamos los mismos temas hasta el aburrimiento.

Cuando intentamos aisalarnos del ruido continuo.

Cuando pensamos más que nunca en lo que deseamos.

Cuando nos abrazamos.

Cuando reimos.

Cuando pensamos en los que están lejos.

Cuando amamos.

Catorce

Hay días que desaparezco

parece que todo se nubla para adentro

y dejo de estar

cuando es imposible articular una palabra

ni siquiera moverme e intentar salir

atenazado de mí.

Gritaría, quiero gritar, pero no puedo

y soy una abstracción

alguien que me miro desde lejos

en otra dimensión y no es agradable

esa sensación de irte alejando

y luchando por volver, entrar, ser

traspasar ese umbral, es solo un paso,

un gesto, una palabra, un roce.

Trece

No son tiempos de certezas, ni tenemos a qué aferrarnos cuando hasta el aire es sospechoso.

Y creemos que los males son para todos, y es una media verdad porque siempre pagan (mueren) los mismos.

No hace falta una confabulación de villanos.

La magia es que seguimos vivos.

Poemas de andar por casa

Este libro se gestó confinado en casa, desde la intimidad hacia fuera, como un deseo, a traves de los miedos condensando las palabras a lo esencial.

El libro se hizo en tamaño A5. La cubierta, de varios colores, protege la portada, pero deja ver.

Los poemas están en el blog, del UNO al DOCE.